martes, 21 de diciembre de 2021

CELADA

Jueves de relatos


Mateo y Juan eran dos niños inseparables. Jugaban todas las tardes juntos. Eran felices salvo por una pequeña cosa: Mateo no tenía papá, y su madre apenas contaba posibles. Recibía ayudas de los vecinos para subsistir con lo básico.
Cada Noche Buena esperaba un regalo de Papa Noel. Le gustaba más que los Reyes, pero cada año no recibía nada, como mucho algún juguete usado al día siguiente o de la casa de Juan que le pedía siempre algo para él. Era algo que no entendía: ¿Si su casa estaba junta a la de Juan? Su mamá excusaba a Papá Noel diciéndole que no escribía muy bien  y que igual no entendía su letra.. 
Mateo fue el primero de su clase en aprender a escribir y con cinco años le escribió su carta, sin embargo, tampoco recibió regalo alguno. Entonces, junto a Juan prepararon una trampa. Aquélla noche durmieron juntos en casa de Juan que aseguraba haberlo visto alguna vez.. 


Ya de madrugada se despertaron, tenía un reloj de juguete que cada hora sonaba, así consiguieron pillarlo. Cuando Papa Noel se agachó ante la chimenea, sonó un estruendo seco: ¡¡Bang!! seguido de los alaridos del gordinflón de rojo. Le habían disparado un cartucho para conejos con la escopeta de su padre. Gritos, ambulancia, policía y la madre de Juan con un soponcio de aúpa, pidiendo explicaciones entre gritos y sollozos.

- Le habéis disparado a papá.
- ¿Qué va  a ser papá? Era Papa Noel,  y lo tiene merecido por no traerle regalos a Mateo.

Fue entonces cuando los dos amigos, aún sin cumplir siete años, se enteraron de que Papa Noel podía ser cualquiera que se pusiera unas barbas, una tripa falsa y un ridículo traje rojo. .
Al papá de Juan le quitaron todos los perdigones de semejante sitio y ellos siguieron siendo amigos inseparables. Esa amistad fue el mejor regalo de Navidad para ambos, además, de saber que donde ponían el ojo ponían la bala. Ahora con nietos tienen otro plan. Cuando estos cumplan ocho o nueve años ya les contarán esta historia como un cuento para que sepan la verdad sobre el señor de la Navidad.





miércoles, 15 de diciembre de 2021

CUEROS

Relatos de los jueves


Intentaba calmarla alguna vez diciendo que no se tomara todo tan a pecho, aunque la mayoría de las veces mis palabras solían caer en saco roto. Marta era una luchadora incansable, seguidora de todos los movimientos feministas. Defensora a ultranza de los animales -ya le había costado algún disgusto a las afueras de la plaza de toros- y luchadora en contra del machismo y los patriarcados exigiendo igualdad en todos los lugares. 
Esa tarde en el museo no podía creer lo que veían mis ojos, cansada de ver estatuas de hombres desnudos, dioses, santos y cristos, se dirigió a mí diciendo;

-Esto lo arreglo yo enseguida.


Y sí, lo solucionó posando desnuda al lado de la estatua de David. Primero en silencio, como si fuera una escultura más ante las miradas perplejas de los visitantes. Los móviles empezaron a funcionar pese a la prohibición, y, en unos segundos la imagen se hizo viral más cuando empezó a clamar a favor de la cuota femenina en todos los sitios al grito de "Viva la igualdad". 
La seguridad la obligó a vestirse mientras ella no cejaba en su rebeldía y sus proclamas pero con elegancia. No montó un pollo de esos fanáticos. Allí nadie movió un dedo. Ni yo. No me miró hasta que la policía la metió en el coche. Entonces, me guiño un ojo.
Sin duda aquella chica le había dado la vuelta a mi vida, a mi mirada del mundo y a la manera de entender como se implican algunas persinas para cambiar y hacer cambiar las normas establecidas de una sociedad que se resiste a mover lo establecido.
Desde ese momento el interés por Marta creció en mi interior hasta conseguir que su cuerpo luciese en mi salón, en favor de la igualdad, claro está.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

MANUSCRITO

Relatos de los jueves
"El manuscrito robado" (participantes)


Pedrete era una villa pequeña con una catedral muy deteriorada. Don Felipe, obispo del lugar, consiguió fondos para restaurarla. En aquellas obras se encontró un manuscrito en una pequeña caja dentro de los muros.


Por fin una prueba del hijo predilecto de la villa, famoso escritor y poeta. En la plaza del pueblo había una estatua en su honor aunque muchos municipios de alrededor reivindicaban su nacimiento. Aquello había sido siempre una cuestión sin resolver. El documento compuesto por dos hojas se llevó a estudio y se dio por válido. Bien protegido, fue expuesto, en el patio del ayuntamiento y, posteriormente, depositado en la catedral. Pero solo una de ellas, la que daba certeza de su nacimiento.


La parte que se ocultó constataba el rechazo por parte del escritor de asistir a un homenaje hacia su persona, alegando cuestiones personales y haciéndole partícipe a don Felipe, por allá entonces, del infierno de niñez y juventud a la que fue sometido por aquella sociedad rancia, básica y primitiva. Invertido y raro era lo más suave que escuchaba por ser estudioso y sensible en sus poemas.
Únicamente le agradeció al párroco su impulso y ayuda para conseguir salir de Pedrete y estudiar en los mejores colegios de frailes. En sus líneas finales contaba como  al marchar se sacudió el polvo de sus ropas y zapatos diciendo estar limpio de polvo y paja de aquel lugar al que maldecía y del que renegaba.. 

Pero esa carta manuscrita fue silenciada aludiendo carácter personal y seguramente fue el motivo de su ocultación en los muros.