viernes, 28 de mayo de 2021

LA VISITA INESPERADA



La visita inesperada - Eduardo Zamacois y Zabala


Roma, mediados del siglo XIX

Las visitas al piso del maestro pintor eran constantes y habituales. Difícil distinguir entre musas o amantes. Una de las tardes sonó la puerta insistentemente y el pintor recompuso su ropa como pudo y, sujetando su paleta de colores, abrió.

- Monseñor, vaya visita inesperada. Ahora no puedo atenderle. Estoy en plena creación. 
- Venía a pedir un retrato pequeño para la parroquia pero veo que sí está ocupado...

Avisado por fieles pías quería atestiguar por sí mismo, y ahí se presentó, asomando sus narices hasta alcanzar a la modelo. Ella, apurada, se cubrió ocultando sus encantos pero dejando apreciar su rostro.
El eclesiástico se despidió con una sonrisa malvada. La señora formaba parte de la aristocracia de Roma. La curia sabría sacar partido de forma política, económica y carnal. Seguramente, él también.

El miedo al pudor, a mostrar el cuerpo, nos hace cometer errores graves. Nadie reconocerá nuestros miembros normalmente tapados y sí nuestra cara siempre liberada. 
Como dijo Einstein "es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio".

miércoles, 12 de mayo de 2021

POSESIÓN

Jueves de relato



Le pedí ayuda para terminar de arreglarme y rasurar mi pecho un poco. Tenía cena de trabajo. Me ayudaba con desgana. Habíamos estado confinados más de dos meses y era mi primera salida.
Unos pantalones vaqueros pitillos elásticos, zapatorros y mi perfume preferido. 
Se sentó frente a mí, en la cama, repasándome de arriba abajo, preguntándome por los asistentes y poniendo mala cara con todos los que nombraba. Cuando nombré a ellas, solo dijo una palabra: "zorras".


Mis ojos se abrieron y le recriminé suavemente el comentario. Sonó el móvil -una compañera preguntando el lugar de encuentro-. Me tumbó en la cama, bajando mis pantalones. Mis palabras se volvieron torpes y entrecortadas y su boca se volvió salvaje entre mis piernas. Corté la conversación de inmediato. 
Se subió como una gata sobre mi, ensartándose. Me atrapó las manos. Era como un látigo en mi cuerpo. No me dejaba besarla. Me hacía la cobra, se burlaba de mí, me hablaba sucio... Sus pezones eran inalcanzables y me estaba volviendo loco, desesperadamente loco. De repente me devoró la boca, bajó por mi cuello y me mordió rabiosa.

- ¿Me quieres? -preguntó. 
- Estoy loquito por ti -contesté y ella repitió la pregunta-. Te quiero..., te quiero..., te quiero... cada día más -respondí como pude, besándola. 

Me despidió en la puerta recordándome, con una sonrisa malvada, que no me pasara con la bebida.
Antes de cenar escuché comentarios a mi alrededor, del estilo de !Vaya leona!. Una compañera me llevó al baño -y yo le seguí sin objeciones-. Me hizo mirarme en el espejo. Entonces lo pude ver: un chupetón hermoso en mi cuello. Los comentarios iban por mí. Resoplé con esa extraña mezcla de rabia momentánea, resignación y orgullo.
La llamé por teléfono después del apaño de mi amiga. Se echó a reír maliciosamente mientras le reprendía el gesto de manera amenazante y vengativa pero divertida. En cambio, ella me sentenció: 

- Porque eres mío y no me gusta que jueguen con mis cosas...

¿Sus cosas? Me había marcado como quien sella una propiedad. Me hizo gracia pero eso tendría una larga, larguísima charla basada en más hechos que palabras.

miércoles, 5 de mayo de 2021

FRANCACHELA

Jueves de relatos


Todo estaba preparado para el picnic. Salimos temprano pues el día invitaba a ello. Extendimos la manta y pusimos todos los víveres sobre ella: calientes, recientes..., demasiados dulces para mi gusto. 

Usaba un mini short de colorines llamativos. Fuimos a dar un paseo -o eso creí yo-, me apoyó en un árbol y comenzó a besarme. Sus maneras eran tan provocativas, escandalosas y descaradas como sus pantalones. 

Metidos en faena no escuchamos nada pero luego el ruido empezó a ser más constante. Una ardilla había caído de una rama. Después, otra. Y al mismo tiempo, golpes: aquí, allá...  Aquello no era nada normal. Dimos una vuelta de reconocimiento y lo encontramos. Su piel era basta y según lo apoyamos en diferentes materiales, su cuerpo se camuflaba del mismo color.

Mi compañera diseñó el plan. Toda la comida estaba embadurnada de una sustancia narcótica y todos los animales que nos la robaron, sufrieron las consecuencias, incluido él: Un nono -por ponerle nombre-. Una especie de humanoide que se pirraba por la comida, las piedras preciosas y los colores brillantes. De ahí, su short y su espectáculo sensual para reclamar la atención del bicho.

Conseguimos montones y montones de joyas y piedras preciosas  que aquel ser había ido acumulando  durante décadas. El trato era soltarlo cuando fuésemos lo bastante ricos. Saqueamos sus cavernas secretas pero creo que ella no lo cumplió. Tiene la dirección de varios bosques donde viven más bichos de estos. Mi cara es un poema y la información no sé muy bien como la obtuvo. 

 

lunes, 3 de mayo de 2021

THE BEST

La primera vez que la vi llevaba pantalón corto y parecía un muchacho, corriendo por el centro de la calle y estorbando nuestra ruta en bicicleta.

- ¡Aparta, flaca! -le grité.
- ¿Tú qué insultas, feo?, ¡que te vas a morir de feo! -contestó, más descarada que la puerta de la calle.

Un par de años después andaba yo medio saliendo con una amiga suya, pero empecé a interesarme por ella. Todos decían que estaba muy flaca, como un saquito de huesos. Yo la encontraba preciosa.
Aquella noche, unas copas entre amigos comunes y unas miradas. Bailaba como si nadie la mirara. Escuché a un colega decir que estaba muy rica y que le iba a entrar. Un tsunami despertó en mí, unos celos sin motivo se me apoderaron. Fui a bailar con ella y me pegué bien a su cuerpo.

- Tengo que hablar contigo -espeté-. Subamos a los asientos -le susurré al oído, y en unos minutos estábamos comiéndonos la boca como animales hambrientos. 


Acabábamos en la cama día sí y día también.  Han pasado quince años y sigo atrapado en su cuerpo y en su boca. Le encantan los peluches y me los encuentro en cualquier parte. Se los deja a nuestro pequeño por las noches pero siempre vuelve a rescatar al suyo: un oso andrajoso, 
Nunca le he confiado que me lancé para adelantarme a mi colega  pero ella sí me ha confesado que en aquellos tiempos le gustábamos los dos.

De su amiga ya no se supo nada. Ya nunca nos volvió a  hablar. Yo sigo mirando a mi colega con recelo pero disimulo. Siempre la piropea y me trago los tsunamis. 
Y le vuelvo hacer el amor con todo mi vicio, salvaje y agitado,  para sentirla mía de nuevo por la mano. 
Puede que no sea correcto pero me siento, simplemente, The Best.