jueves, 11 de febrero de 2021

AVENTURA


Era preciosa, algo alocada desde niña, pero tenía ángel. Admiraba ese carácter suyo. Vivíamos en la misma calle pero parecía que vivíamos en mundo diferentes. Hacía suyas todas las causas perdidas y se embarcaba en cualquier tarea que implicara ayudar a los demás. Era mi heroína: una guerrera sin miedo a nada ni nadie, jamás la vi intimidada. No tenia puntos débiles, al menos no era capaz de localizarlos.
Lo reconozco, estaba loco por ella. Incluso cuando me llamaba niño pijo, medio en broma medio en serio. Participé de alguna de sus locuras. Al principio por estar cerca de ella, después entendí qué es la caridad humana. Eso me marco. 

Una noche, después de un verano largo, unas cervezas, risas y algún baile, saqué valor de donde pude, rodeé su cintura con mis manos, la pegué a mi cuerpo y la besé. Lamí sus labios e hice una emboscada a su labio inferior con los míos. Me rodeó con sus brazos y seguimos hasta que nos llamaron la atención los demás. Al separarnos reímos tontamente. Le dije que la quería, que estaba loco por ella..., que me tenía enfermo... Que me encantaría estar siempre a su lado. 
Fue entonces cuando sentí el temblor en su cuerpo, en su boca. Después de horas de besos y abrazos, me sentí como una de esas causas perdidas a las que aborda con tesón.


- Y ahora, ¿qué harás conmigo? -le pregunté con chulería y no sin cierto miedo. 
- Nos casaremos en secreto la semana que viene. Serás siempre mío, mi niño pijo. 
- Acepto todo lo que a probar me des... Serás mi locura -dije, sonriendo. 
- Nunca dejes que me pongan el tornillo que me falta -susurró acariciándome con su aliento