miércoles, 3 de febrero de 2021

ARCHÉ

Jueves de Relato


Mis ojos se abrieron sin saber muy bien dónde estaba, tan solo avanzaba en penumbra. Estaba oscuro pero su voz era redentora y amable en aquel lugar con aquella luz brillante y sosegada al mismo tiempo, azulada en el fondo. 
Mi mente se deshizo de toda creencia y prejuicio instalado en ella hasta ese momento. Se abrió a un entendimiento mucho más amplio al notar su tacto cuando colocó en mi mano aquella pluma.


- Estás en el camino, esperando tu turno. Todos van hacia a la balanza.  Es la manera de pesar la vida. Es muy antigua, desde la primera creación, demasiado antigua para calcular adecuadamente. Por ella sigue habiendo guerras entre los mundos, los dioses luchan por los seres de cada mundo que dejan sus vidas, Lo hacen después de pesar su vida en la balanza del alma. Su peso indica a qué mundo pertenecen y del cual formarán parte.. Espero que tu corazón pese más que esa pluma. -Y tras un rato en silencio, prosiguió-: -No somos Dioses. A los dioses, querido, es mejor no molestarlos. Somos guerreros, digamos que, neutrales, y nuestro lugar fue logrado en sangrientas batallas. Todos respetan nuestro sitio en este mundo -respondió con una extraña pausa. 

No sé si era su voz inexistente o mi desubicación. Escuchaba aturdido, intentado hacerme una composición del lugar mientras sostenía la pluma en la mano y mis dudas iban siendo resueltas mientras observaba extraños seres recorriendo el mismo camino.


- Esa luz es extraña -murmuré, entrecerrando los ojos y sintiendo un enorme vahído. 
- ¡Despierte, Arturo!...¡Despierte!... Gracias a Dios, nos ha dado un buen susto. Retiren la luz, por favor, parece molestarle.
- !Dios, dice?! -exclamé-. Dios es un capricho pazguato de los hombres, pensé. 
 Mi mente se abrió a todo, sin cerrarse a nada, perdió su fe en creer y tomó valor el saber.