miércoles, 18 de noviembre de 2020

PASADO

Jueves de Relato



Su cuadro está apoyado en la estantería de mis libros, presidiendo. Ahí donde mi imaginación vuela y vive mil aventuras. 
Hace ya diez años que se fue. El malogrado destino de aquel maldito barco: Incendios, ahogados y desapariciones en el mar. Nunca discutimos por nada, solo mencionar sus misterios a la hora de hablar de sus trabajos. 
Ese misterio en su trabajo me inspiró para ser policía y su ánimo a ello me ayudó a conseguirlo.

Una redada sorpresa. Creímos que eran delincuentes comunes. La explosión nos dejo envueltos en fuego. Cuando conseguí quitarme el casco, ponerme de rodillas y respirar a duras penas, una pistola apuntaba a mi cara. No sabré nunca por qué una voz de hombre mandó retirarse. Nos dejaron desarmados. Me cogieron como rehén para su escapada pero no pudieron llevarse las obras de arte.
Tampoco entiendo por qué no me ataron. No dejaba de tocar mi cara y comprobar la venda sobre mis ojos mientras podía percibir que estaba en algún vehículo. Por fin estábamos parados. Alguien me destapó los ojos, y, en ese mismo instante, el tiempo volvió atrás.

- He estado en tu funeral y por poco me muero -maldije. 

No salían de mi boca más palabras, aunque lo intentaba. Mis lágrimas no me dejaban ver bien. Me besó los ojos, los labios, mi frente.

- Qué te digo, mi amor -me susurró.

Me tuvieron preso dos días. Ella se encargaba especialmente de mí. Me cuidó. Y por las noches me hacía el amor un par de veces, callada, en susurros.
Me soltaron cerca de una estación de servicio. Ahora vivo en París. Tengo un pequeño de un año y el tiempo ha retrocedido once años en mi vida.