martes, 8 de junio de 2021

SACRIFICIUM


Los  latidos de mi corazón suenan como tambores poderosos recorriendo tu muralla, intuyendo que no tienen otras armas para vencerte, provocando la confusión en tus sentidos y, en mí, el temor a ser conquistado por ese ejército que amenaza batalla con sus timbales.

Presiento que te agazapas a las puertas de mis instintos mientras mi carne tiembla y mi aliento, como quejidos de lujuria, palpita a la altura de tu cuello. Mis dedos, con mis uñas como anclajes de tu piel, esculpen diez senderos desde tu pecho hasta el borde mismo de tu vientre donde se apuntalan todos los deseos que, ebrios, en pleno fragor, lidian entre sí en una lid donde guerreros y reos se baten a sangre.

Mi corazón es un espejo: no guarda nada que no refleje.  Arrastro mi lengua de nuevo a mis labios. Ahí, sintiendo tu sabor acicalado. Tendrás que pelear por cada gota de mi linaje, abriéndote paso en mis entrañas con cada hilo de tu saliva, con cada empuje de tu aliento, domando al viento indomable de mi cabello, mi furia; hablándole al silencio con cada resorte de tu carne, con cada palpito de tu ser,  ganándote ser mi amante o ser, simplemente, mi consentido.

Concibo sentirme tu siervo cuando estoy a la altura de tu ombligo, rindiéndome al manantial que evoca placer desde el centro de tus pilares, entre tus piernas. Comulgo.... mientras delineo las formas que se abren a mi aliento y al aroma de tu piel erizada, haciéndome temblar, quebrar con avidez, hundirme en la fragancia que me encumbra, que me versa lujuria en el tacto caliente de tus labios que, henchidos, me reclaman prenderme de tu señal más profunda, la que se erige ante la punta de mi lengua... Respiro de ti y marcas mi rostro y toda mi boca hasta el final de mi garganta con tu sabor como territorio de tu propiedad. Arrastro mis labios por tus criptas, lamiendo, y, sin ningún ósculo, pongo toda mi aquiescencia en servir a mi señora. Y rezumo sobre tu sexo antes de morder para demostrar mi amor.

Y empiezas a desvanecer sin tinta en tus venas. Levito con mis fauces y mi boca ensangrentada de tu cáliz. Es un acto de amor, de entrega total... y un sacrificio en tu nombre…



Ha sido todo un lujo y un honor para mí escribir al alimón este relato con Mag a quien agradezco que haya contado conmigo. Ha sido una experiencia increíble que espero volver a repetir. Trabajar con ella siempre suma, siempre se aprende, desde luego a mí me hace grande y me ilusiona como a un niño pequeño. Mi agradecimiento infinito por compartir con María este post.

Si pasáis por su casa, veréis esta misma entrada que hemos publicado al mismo tiempo.

Mil Gracias, Mag. 

Y mil gracias a todos vosotros por acompañarnos.