miércoles, 9 de febrero de 2022

LIENZOS

Jueves de relatos


Laura era una mujer que le gustaba ir siempre arreglada. De más joven le decían que sus facciones eran muy marcadas y tenía cara de mala. Esas bromas no le hacían gracia ninguna. 
Cada día necesitaba no menos de una hora para ponerse guapa: maquillaje, coloretes, raya de ojos, sombras y toda clase de complementos. Labios perfilados y muy pintados, escotes al mismo tono que su cara. Al finalizar del día casi otra hora para limpiar y cuidar su piel antes de acostarse. Realmente, era un auténtico ritual.

El éxito con los hombres era evidente. Se veía una mujer espectacular. Llevaba un tiempo con un hombre joven que jamás la había visto sin maquillar y que lo tenía loquito. El problema era su familia que después de echarse novio no entendía que se arreglase tanto, afeándole el exceso con frases como: "Hija te has pintado como una puerta", "se te acababa el colorete y lo has terminado", "te ha pintado tu sobrino", etc. 
No entendía que después de tantos años le recriminarán su forma de arreglarse, ella tenía personalidad propia. 


Harta del tema, llegaron las bodas de plata de sus padres. Apareció de esta guisa, dejando a todos sin palabras. Se acercó a su chico preguntando si estaba guapa, él después de tragar saliva le contestó que siempre estaba preciosa. Ella sonrió mientras le acariciaba la cara.

- Ahora sí voy muy pintada -se dirigió a los presentes-. Espero que vean la diferencia y no tenga que soportar más criticas sobre este tema. 

Después de aquel día no hubo más comentarios, al menos directamente en su cara, claro está. Todos preferían verla tan bella como de costumbre aunque había que reconocerle el arte mostrado en su desplante.