lunes, 7 de septiembre de 2020

SUBDUED


Verla arrodillada, en braguitas y con ese corpiño, esperándome, en silencio, me produce un placer inmenso. 
La observo sin decir nada. Puedo escuchar su respiración y percibir su excitación.  Estoy curtido en estas labores. No me vendo por un puñado de billetes pero disfruto ejerciendo un trabajo que me satisface y que me aporta buenos beneficios. 

- Te inclinarás sobre la mesa y usaré el flogger, suavemente. Contarás para ti cada azote. Tal vez luego pregunte -incidí para hacer una larga y densa pausa-. Tendrás tus bragas mojadas para entonces. Lo comprobaré. Si no es así, tendrá consecuencias. -Podría azotarla de nuevo con algo más de intensidad o, bien, usar sus braguitas a modo de mordaza-. Te lameré por un tiempo, largo e intenso -seguí mientras me movía alrededor suya-. Me abriré paso entre tus labios, una y otra vez. Si durante ese tiempo no te has venido en mi boca... Tendrá consecuencias. -Me detuve detrás de ella, bien pegado, para que notara todavía más mi presencia-. Volveré a comerte con lascivia. -Comencé a caminar despacio en la misma circular hasta quedar frente a ella. Su mirada hacia el suelo no le permitía ver más allá de mis zapatos. Me incliné y le hablé al oído-: Quiero sentirlo en mi boca. Quiero oler a ti, saber a ti... Quiero que marques mi cara como una leona con tu licor. ¿Has comprendido todo lo que te he dicho? -Asintió y negó a la vez.
                                                                                                                                                             

La máscara seguía cubriéndole el rostro. Las manos atadas a su espalda. Así me la entregó la Madame. La acompañé para inclinarse sobre la mesa.

- Cuenta para ti cada azote. -Tres moderados, otros tres más severos. Ella respingaba y yo más me excitaba.

Me incliné entre sus bonitas piernas. La despojé de esas bragas vulgares y lamí durante seis minutos. Solo se humedeció. Fueron otros seis azotes severos antes de volver a lamer otros tantos minutos. Mantuve cerca la fusta y, tras unos instantes de trabajo manual, le introduje un dildo. Conté varias decenas de azotes en total. Algunos muy severos, he de reconocerlo. Abrí sus nalgas. Sus piernas temblaban y la penetré con fiereza, notando la presión del juguete en su trasero y la estrechez de su conducto. Acabar dentro de ella fue sublime.

La sesión debía acabar. Había pasado la hora contratada. Estaba realmente extasiado. La desaté y quité su mordaza. Dejo que conserven siempre la máscara. No solo es erótico, también una pequeña frontera.

- ¿Algo que decirme? -pregunté, mirando su rostro algo descompuesto y sonrojado.
- Solo vine a decirles que mi sobrina no podía venir hoy, pero las señoras de afuera me invitaron a pasar al preguntar por usted. Yo asentí, pero no me dejaron explicarme más y me taparon la boca con esa bola. No sabia dónde venia. Lo demás, ya lo sabe.

Algo hizo crack dentro de mí. Mis demonios se tomaron unas libertades que tenían prohibidas. Aquello no debía haber sucedido, ya no por mí, sino por la Madame. Ese día dejé ese trabajo extra. Cambié de dirección y conocí a Min en el restaurante chino..., y a mi vecinita nueva.

viernes, 4 de septiembre de 2020

PROFES

Jueves de Relatos

                                              
Voy a ser irreverente y la nota discordante, seguro, pero una reunión donde todo el mundo piense lo mismo es una reunión perdida.

Los maestros antiguos -mejor me callo-. ¡Sí!, los que se aprendieron los ríos y las cordilleras con las provincias..., son capaces de repetirlos como loros.
Yo, lo que pienso de ello es que la memoria es la inteligencia de los tontos.

Los profesores actuales, hablo en general, claro está, al primer problema lo sacan de la puerta de los colegios diciendo que eso ya no es asunto de ellos.
Solo piensan, bajo mi punto de vista y hablando nuevamente en general, si han conseguido plaza aquí o allá. Y por supuesto en que es un trabajo más de funcionariado, con un agravante, y es que su material de trabajo es lo más importante de cada uno de nosotros: Nuestros hijos.

No incidiré más sobre el tema de nuestros queridos maestros. También decir que los hay que se merecen un monumento por su dedicación y vocación docente. A grandes rasgos, este es mi pensamiento. Seguramente equivocado, pero me ha gustado siempre más debatir y pensar que adoctrinar.
¡Filosofía en la aulas de primaria ya!

"Es un milagro que la curiosidad sobreviva a la educación reglada".
Einstein


domingo, 30 de agosto de 2020

INGRAVIDEZ


Necesitaba ayuda para las labores de casa. Mi vecinita se ofreció y me niego a discutir con ella, total, sube a todas horas. Eso sí, el horario lo acomodó a su otro trabajo.
El primer día llegué a mi casa y ella planchaba. ¡Sorpresa!  Un saludo, un poco de charla, alguna tontería de esas nuestras y cada uno a lo suyo. Todo parecía ir bien hasta notar un par de prendas en mi cara.

- ¡Las bragas de esa zorra tuya que se las doble ella! 
Glub! Sus mil demonios estaban en camino y yo, ahí, comiéndome casi unas bragas que no eran las suyas.
- A veces se marcha deprisa. Se las habrá dejado... ¡Y no hables tan mal de ella que es una amiga!
- ¡Me paso a tus amigas por el forro de tus...!
- ¡Eh!


Al final, le conté las novedades. Si se iba a enterar por ahí, que la información la recibiera de primera mano. Min, la dueña de esas bragas que me acababa de tirar, me confesó algo: No podríamos vernos por un tiempo indefinido. Estaba casada y su marido volvía de Corea.
No sé si mi cara reflejaba suficientemente mi sorpresa o qué pero ella dejó sus labores y se acercó despacio.

- Vaya movida, no sabias nada.  -Como gata paseándose con encanto y entornando aquella mirada que escondía poco sus intenciones, terminó por abrazarme. - No te preocupes, sabes que me tienes a mí.

No sabría decir cómo pasó pero sus labios atraparon los míos, los torturaron uno a uno. Su lengua entró en mi boca y no pude resistir más. No quise. Mis manos tomaron sus caderas, bajaron a sus nalgas. La recorrieron entera. 
Aquel cuerpo menudo era una tentación que se contenía en mis manos.
Quise pegarla a la pared. Era imposible. Su cuerpo se curvaba como un arco, no respetaba las leyes de la gravedad, su sexo empujaba a mí sexo, retándolo.
Lo acaricié, lo masturbé y bajé a beberlo, lamerlo... No tardó en venirse, retorciendo su cuerpo de nuevo como un  garabato. La penetré sin voluntad alguna, su rodilla subía hasta mi axila. Dudaba en cómo acomodar mi brazo mientras la embestía.


Follamos como poseídos. Entre jadeos cortos y seguidos volvió a terminar y, sin remedio, yo a su vez. Bajo y subió a ornar mi sexo con su boca y su cuerpo seguía sus propios parámetros y equilibrios. Se hizo el silencio y volvía a colgarse de mis hombros como una nena inocente.

- No volverás a follar con esa zorra ¿verdad? -preguntó mimosa.
- Ahora no puedo sacar conclusiones. Veremos cómo sucede todo.
- ¡No puedo creerlo!, ¿en serioooooo? -entonó. Es una frase que me da risa. Esa manera de arrastrarla como si todo el cuerpo la siguiera. Me sonreí levemente. Quizá una risita tenue, casi imperceptible. Sus ojos se abrieron como si yo hubiera cometido un crimen.
- ¡Eres lo peor! -espetó-. ¡¿Yo qué soy?!, ¿otra follamiga, entonces? -Parecía indignada y se dirigió hacia la puerta. Pude tranquilizarla, ser más sutil, pero entre ataques de risa que no se pueden controlar, le dije:
- Te dejas tus braguitas -sin poder disimular lo divertido que todo aquello me estaba resultando.
Si las miradas matasen podría decir que aquella estuvo a punto de hacerlo:
- ¡...Cabrón...!. -Y creo que maldijo a todos mis familiares de primer grado de consanguinidad.

Después de aquello...
Aún voy sonriendo  por la calle, cuando no riendo, recordando la frase de marras y aquella escena tan surrealista. Luego de pensarla mucho, le dejé una nota al lado de la plancha. Esperaba que no me quemase mi mejor camisa o me tirase algún día la plancha a la cabeza: "No pienso enfadarme contigo, eres alegría en mi vida", y la acompañé de una rosa.
En aquel momento pensé en qué quedarían aquellos mensajes y qué consecuencias acarrearían con un cuerpo sin gravedad y una mente que funciona a impulsos con códigos distintos.