La primera vez que la vi llevaba pantalón corto y parecía un muchacho, corriendo por el centro de la calle y estorbando nuestra ruta en bicicleta.
- ¡Aparta, flaca! -le grité.
- ¿Tú qué insultas, feo?, ¡que te vas a morir de feo! -contestó, más descarada que la puerta de la calle.
Un par de años después andaba yo medio saliendo con una amiga suya, pero empecé a interesarme por ella. Todos decían que estaba muy flaca, como un saquito de huesos. Yo la encontraba preciosa.
Aquella noche, unas copas entre amigos comunes y unas miradas. Bailaba como si nadie la mirara. Escuché a un colega decir que estaba muy rica y que le iba a entrar. Un tsunami despertó en mí, unos celos sin motivo se me apoderaron. Fui a bailar con ella y me pegué bien a su cuerpo.
- Tengo que hablar contigo -espeté-. Subamos a los asientos -le susurré al oído, y en unos minutos estábamos comiéndonos la boca como animales hambrientos.
Acabábamos en la cama día sí y día también. Han pasado quince años y sigo atrapado en su cuerpo y en su boca. Le encantan los peluches y me los encuentro en cualquier parte. Se los deja a nuestro pequeño por las noches pero siempre vuelve a rescatar al suyo: un oso andrajoso,
Nunca le he confiado que me lancé para adelantarme a mi colega pero ella sí me ha confesado que en aquellos tiempos le gustábamos los dos.
De su amiga ya no se supo nada. Ya nunca nos volvió a hablar. Yo sigo mirando a mi colega con recelo pero disimulo. Siempre la piropea y me trago los tsunamis.
Y le vuelvo hacer el amor con todo mi vicio, salvaje y agitado, para sentirla mía de nuevo por la mano.
Puede que no sea correcto pero me siento, simplemente, The Best.