miércoles, 24 de noviembre de 2021

FULGOR

Relatos de los jueves



Paseaba por aquel pasillo una y otra vez y, al final, aquella habitación iluminada a la que no me atrevía a entrar porque de allí no salía nadie pues a nadie con quien me cruzaba en dirección a ella, volvía a verlo. Yo, simplemente, me daba la vuelta evitando cualquier tentación. O, tal vez, era miedo... o falta de curiosidad. 
En algunos momentos de lucidez pensaba que me encontraba en un sanatorio. No conseguía recordar y si lo hacía eran imágenes revueltas sin contexto alguno. Podría estar soñando y no lograr despertar. Algunas imágenes eran dantescas: personas acuchilladas, atadas y torturadas. Qué medicamentos me estaban dando para sentir semejante tormento. 

Uno de aquellos días escuché algo parecido a "se lo merecen" Me giré con furia esa no era manera de dirigirse contra enfermos. Entonces, escuché sonidos de cadenas. Pude contemplar personas encadenadas por los tobillos. Miré los míos. Estaba tan encadenado como los demás, pero igual mi condena ya estaba excomulgada. Sentado en aquella silla, las imágenes me golpearon. Al fondo, como lejano, sin ser un susurro pude medio entender algo: "Algunas noches se ven los fantasmas". A continuación, gritos que eran alaridos y el sonido de  descargas eléctricas.
Solo entonces sentí la necesidad de entrar en aquella habitación iluminada...

domingo, 21 de noviembre de 2021

BENEDICTIO


Los encuentros con mi coreana empezaban a ser más dilatados en el tiempo. La presencia de su marido como una sombra y el aumento de trabajo, habían ocasionado que nuestra historia tomase una especie de impasse. Pero aquella tarde, ella tenía libre y el marido mucho trabajo, así que concertamos nuestra cita. 
Ella, dentro de su natural timidez, parecía siempre desconcertada, turbada, pero la piel le ardía, el pensamiento le volaba sabiendo mi ofrecimiento a preñarla. La desnudé y coloqué encima de la mesa, desnuda,  ofrecida para mí. Observé callado.


Acaricié su sexo, despacio, acariciando sus labios y el marfil sonrosado que florecía entre ellos, 

-Pídemelo como te he enseñado -le dije humedeciéndola con la lengua y sintiéndola temblar. 

Me lo pidió con un hilo de voz entrecortado. A veces la entendía, otras no, Sentí llegar a la vecinita, el morbo no impidió que la echase sin contemplaciones, obligando a su curiosidad tan solo a escuchar nuestros movimientos, el traqueteo de la mesa en cada embestida. Min se agarraba a los laterales. Yo me agarraba a ella, le levantaba las piernas, las colocaba en mis hombros y embestía una y otra vez, sin contemplaciones, 


A la mañana siguiente, la vecinita subió hacer las labores por las que fue contratada y preguntó, por supuesto, aunque lo primero que hice fue darle una soberana reprimenda por su actitud. Me miraba con cara de niña apenada pero le daba igual. No cambiaría de actitud. El sofoco se le pasaría en cuanto saliera por la puerta.

-¿En qué maldad pensabas mirándola en esa postura, pervertido? 
-Siempre que tengo la mesa puesta suelo rezar antes de comérmela toda- contesté.

jueves, 18 de noviembre de 2021

NUNTIUS

Jueves de relatos


Dices que me quieres, que pronto romperás con ella, que cómo yo no hay ninguna. Tienes en mi casa el mismo gel que usas, me pides ayuda para no dejar huellas y, aun así, sospecha. 
Me hace sentir de menos ser cómplice de tus engaños. Yo quiero ser prioridad en tu vida y quiero que te decidas o te obligaré a hacerlo. 


Le haré el amor a tu ropa, dejaré mi esencia, mi aroma. Tú no lo notarás, estás demasiado ocupado en no dejar pistas y tienes mi olor en todas las glándulas de tu cuerpo.
Ella recibirá el mensaje cada vez que me ames, cada vez que te sienta tan adentro, cada vez que me vuelvas a mentir. Soy incapaz de echarte de mi lado, llevada por una sinrazón, por un deseo exacerbado.
Pero ella te obligará a decidir. No necesito teléfono ni cartas. Las mujeres hablamos otro lenguaje y sabrá de mí.

viernes, 12 de noviembre de 2021

REVENGE

Relatos de los jueves



Había ido de bueno toda su vida y eso le había costado un sin fin de decepciones sobre todo en el plano sentimental. Se enamoró como un niño, como lo que era, de otra niña que no era tan niña. Él quería darle la luna, ponerle el mundo a los pies. Ella quería correr demasiado y él no tenía zapatillas para aquel terreno. Dos fines de semana en una nube, con las ilusiones y emociones a flor de piel y al tercero, "te dejo por corto", le dijo. Era incapaz de comprender el por qué. Con los ojos casi llorosos salió a fumar fuera. Se sintió estúpido, pensando que no había nacido valiente para afrontar todo lo nuevo del mundo adolescente.

-Dime, ¿quién te hace sufrir, pequeño? -escuchó a su espalda, un susurro a su oído-. ¡Qué cara más bonita!- pronunció aquella mujer acariciándole la cara. Él se dejó. Una hembra de unos cuarenta dándole la vuelta al mundo. Sintió vergüenza. No era más que un pipiolo. Había oído hablar de ella. Le gustaban los jóvenes. Cuando quiso darse cuenta tenía sus pezones en su boca, y al arrojo de unos setos descubrió su hombría entre las piernas de aquella mujer. Todo era nuevo para él pero el placer era inmenso. El paso de los días fue haciendo que las no coincidencias fueran cada vez más habituales al punto de convertirse en una relación en la que ella se pronunció en su maestra. Aprendió cada detalle del cuerpo de una mujer, cada sendero y recoveco. Era capaz de hacerles perder el sentido. No solo sabía del tacto, sabía de las palabras, de los momentos, de los silencios... Aquella mujer le enseñó todos los secretos para que las mujeres cayeran rendidas a sus pies. Y a él le gustaba mirarlas desde arriba, orgulloso, satisfecho pero no sentía nada por ninguna.

El destino hizo que se cruzaran. No le reconoció pero él jamás había podido olvidarla. Mejor dicho, cómo le había hecho sentir. Sabía que no la amaría nunca por eso la llevó hasta el cielo para luego bajarla a los infiernos. La conquistaba, la usaba y luego la abandonaba. Dejaba que se arrastrara a sus pies, la volvía a tomar, la elevaba y volvía a dejarla caer. Sabía que era algo enfermizo y perverso pero era "corto", ¿qué podía esperar de él alguien como ella?




miércoles, 3 de noviembre de 2021

DALLA

Relatos de los jueves



Estaban preparados para realizar la ofensiva al alba.
Unos cuantos hombres de avanzadilla sin saber muy bien su suerte.  El sargento los animó a contar de sus vidas. Era una forma de recordarse los unos a los otros, al menos los vivos. Hablaron de sus familias, de sus trabajos, de sus proyectos pero solo uno permanecía callado, mirándolos atentamente. El sargento lo provocó para que contase algo, su nombre, su trabajo, su futuro.

-Mi nombre está en la placa. Mi trabajo... hoy me lleva aquí, mañana allá. No me preocupa mi futuro. Tampoco tengo familia. Poco más puedo decir- sentenció. Su voz era grave. En sus palabras no había dudas; en su mirada no existía el miedo. Creó una expectativa rápidamente. 


Siguieron preguntándole por el miedo a luchar, sobre las mujeres, sobre todas las cosas mundanas... Cuanto más respondía, sin reparo alguno, sereno, más curiosidad creaba. Y siguió hablándoles:

- Esta guerra, según los mandos, hay que ganarla en el nombre de Dios y contra los infieles -hizo una pausa-. Creo que estos dioses no lo deben hacer tan bien cuando tienen tantos enemigos unos y otros. La muerte, queridos, solo es otro estado de estar. Respecto a la tan temida oscuridad solo es una manera de viajar, para que lo entendáis. Las sombras no existen, la luz no produce sombras. En cuanto a los más jóvenes, decíos que para que duren vuestras parejas, hay que simplificar los juramentos. Una mujer, bajo mi experiencia, con orgasmos y lealtad, será una mujer satisfecha. -Sabía que aquellas palabras mellaban en sus mentes más que las más profundas heridas de metralla-. Mi trabajo, que tanta curiosidad tenéis, antes de que acabe el día lo descubriréis. Hoy, a muchos, os llevaré conmigo. 

El silencio y el frío se hizo presente en la trinchera.