Relatos de los jueves
Nos juntamos las amigas a tomar un café en una terraza. Hablamos de todo y sobre todo lo que queríamos para el día de la madre, el primer domingo de mayo. Estaba claro que las madres hoy no son como antes. Entre risas y buen humor, alguna se pedía un satisfyer u otros juguetes. Otras, un crucero single.
Yo acababa de separarme muy traumáticamente. Mi ex era demasiado clásico. En yodo. Eso del sexo oral era hablar poco por lo que mi imaginación volaba al tiempo que mi agote crecía. Fantasías y deseos se iban acumulando en mí. En una salida, una gitana nos ofreció una flor. Nadie compró. Terminé cogiendo una y dándole una buena propina.
—Que se cumplan todos tus deseos —exclamó en voz alta, colocando la palma de su mano en la mía.
Me pareció un sueño o quizás una pesadilla. Cuando desperté, mi sexo estaba totalmente empapado. Había tenido un orgasmo increíble y sin conciencia de ello.
Las siguientes noches fueron la cosa fue a más. No sé porqué pensé en acudir a un sacerdote. Pero qué me diría él más allá de los salmos. Ir al médico tampoco tenía mucho sentido. Los sueño, sueños son. Mas cuando me venían en un duermevela, mis propios gemidos me despertaban. Curiosamente, Marcelo parecía ajeno a mi parecer.
Fantasma, fantasía, mi propia mente, mi necesidad, mis ganas... Boca arriba, boca abajo, a cuatro patas, amparada en algún apoyadero. Sea lo que sea qué o quién lo provoca, lo siento tan real que, simplemente, estoy empezando a disfrutarlo.