Jueves de relatos
Mateo y Juan eran dos niños inseparables. Jugaban todas las tardes juntos. Eran felices salvo por una pequeña cosa: Mateo no tenía papá, y su madre apenas contaba posibles. Recibía ayudas de los vecinos para subsistir con lo básico.
Cada Noche Buena esperaba un regalo de Papa Noel. Le gustaba más que los Reyes, pero cada año no recibía nada, como mucho algún juguete usado al día siguiente o de la casa de Juan que le pedía siempre algo para él. Era algo que no entendía: ¿Si su casa estaba junta a la de Juan? Su mamá excusaba a Papá Noel diciéndole que no escribía muy bien y que igual no entendía su letra..
Mateo fue el primero de su clase en aprender a escribir y con cinco años le escribió su carta, sin embargo, tampoco recibió regalo alguno. Entonces, junto a Juan prepararon una trampa. Aquélla noche durmieron juntos en casa de Juan que aseguraba haberlo visto alguna vez..
Ya de madrugada se despertaron, tenía un reloj de juguete que cada hora sonaba, así consiguieron pillarlo. Cuando Papa Noel se agachó ante la chimenea, sonó un estruendo seco: ¡¡Bang!! seguido de los alaridos del gordinflón de rojo. Le habían disparado un cartucho para conejos con la escopeta de su padre.
Gritos, ambulancia, policía y la madre de Juan con un soponcio de aúpa, pidiendo explicaciones entre gritos y sollozos.
- Le habéis disparado a papá.
- ¿Qué va a ser papá? Era Papa Noel, y lo tiene merecido por no traerle regalos a Mateo.
Fue entonces cuando los dos amigos, aún sin cumplir siete años, se enteraron de que Papa Noel podía ser cualquiera que se pusiera unas barbas, una tripa falsa y un ridículo traje rojo. .
Al papá de Juan le quitaron todos los perdigones de semejante sitio y ellos siguieron siendo amigos inseparables. Esa amistad fue el mejor regalo de Navidad para ambos, además, de saber que donde ponían el ojo ponían la bala.
Ahora con nietos tienen otro plan. Cuando estos cumplan ocho o nueve años ya les contarán esta historia como un cuento para que sepan la verdad sobre el señor de la Navidad.