El fresco de la mañana es un cómplice inesperado, su espalda se pega a mi cuerpo con forma de cuchara, se queja de frío mientras noto su calor interno.
Mis manos acarician su bonita espalda, mi cuerpo se pega al suyo, mis dedos bajan su pijama lo necesario, mientras su cuerpo se inclina hacia delante.
Hoy, en el día del Señor, cuando mi sentir se deja llevar por el vaivén del amanecer y el empuje de mis caricias y se quiere abrir paso, suena su primer negado:
-Nooooooo...
Su mano guía el camino elegido, el envite se hace más intenso y mis manos recorren su nuca debajo de su pelo en un baile embelesado, mientras se tumba boca abajo, mis manos vuelven a bajar por su espalda y mis dedos poseídos quieren entrar en su cuerpo. Es entonces su segundo negado:
- Nooooooo...
Sujetando su muñeca con mi mano, mi pulgar ensalivado profana su caverna y acompasa cada embestida, volviéndola más dócil. Mis manos vuelven a su espalda y es entonces cuando mi boca sonríe pensándote. Inclinando mi cuerpo sobre el suyo y penetrando su cueva prohibida. Arremete su tercer negado:
- Ahhhh... Noooo...
Su cuerpo se deja llevar poco a poco, metiendo su cabeza bajo la almohada, gime y clama por igual, dándose a mí por completo y haciéndome sentir poderoso, después de negarme tres veces como un discípulo a Cristo.
Las marcas de fauces en su bonita espalda, las de sus muñecas y los glúteos colorados dan fe de los estigmas de elegidos al vencer al demonio.