A propósito de Charly

lunes, 14 de septiembre de 2020

TRÉMULA


Terminaba ya su clase magistral diciendo:

- La vida es sabia. Cuando la noche lo cubre todo, solo cabe maldecir la oscuridad y dormir.

Todos los asistentes asintieron. Él se sintió satisfecho, solo en parte, porque sabía que por ahí había un alma inquieta, llena de mil preguntas curiosas, guardando silencio hasta el momento preciso. Ahí estaba. La vio al levantar la vista, al fondo, con la mano alzada y esa mirada que parecía abarcarlo todo. Unos mechones cubrían su frente y más pelusilla que barba, amenazaba con despuntar en su imberbe piel. Tenues ojeras eran el alfeizar de uno ojos vivos, de intenso y propio brillo y el sonido más callado retumbaba entre aquellos labios carnosos preparados para encauzar palabras, a veces, imprudentes.
A un gesto del sabio, el joven habló:

- Y si, en vez de maldecir la noche y dormir, encendemos una vela. La vida a media luz sigue siendo hermosa -sonrió-. Los cuentos tienen otra magia, las historias de miedo son más emocionantes, los besos apasionados saben a miel, los tímidos encuentran el arrojo, los entrecortados encuentran el valor para hablar... -E hizo una pausa que retronó sobre los presentes-. ¿Qué hay más bello que amar, ver y rozar una piel a media luz? -Ahí estaba siempre la sincera pero imprudente anotación-. Si los dioses nos han dado capacidad y conocimientos, ¿debemos usarlos o, simplemente, no hacernos preguntas y malgastar parte de la vida en respuestas estúpidas y acciones baldías?

El maestro guardó silencio. Respiró hondo pero con suma calma. Levantó sus brazos y mostró las palmas hacia sus pupilos, ofreciéndoles el contenido invisible que había en ellas.
El discípulo iba a proseguir pero un gesto del sabio le hizo guardar silencio.

- ¿Qué decís vosotros, mis jóvenes aprendices?
- Con una vela no se ilumina toda la oscuridad -respondió uno. El maestro asintió con un ligero gesto de cabeza al tiempo que seguía manteniendo la mano derecha extendida hacia el joven curioso, controlando su impronta.
- La oscuridad es demasiado grande para eliminarla con una sola vela, maestro. 
- ¿Alguien más tiene algo que decir que no seas tú? -preguntó mirando a su ágil pupilo, quien le sostuvo la mirada con el máximo respeto. 

Se mordía las palabras en la boca, se ahogaba con ellas. Aquellas respuestas eran ciertas pero limitadas, un ignorante vacío ante la realidad. Durante unos largos minutos insistió el silencio. pero cuando el joven pensó que su turno de rematar había llegado, el maestro los mando sentar a todos.


- Vuestras palabras dicen verdad en todas sus versiones, extensas o cortas, pero adivino que todo lo que digáis será en el mismo sentido y también erraréis. La noche fue pensada para descansar y se crearon las bestias nocturnas para que exista vida también en ella. Podemos alargarla incluso vencerla algún tiempo o algunos metros. Lo que no debemos es escondernos en ella o en penumbra para tapar nuestros miedos o defectos y sentirnos más audaces y atrevidos escondidos como bestias.
 »El hombre debe enfrentarse a sus defectos con valor y paciencia, esconderse no es una opción para la felicidad. Crearíamos otro mundo con los que habéis nombrados y los feos o deformes o diferentes.»En el mundo debemos tener cabida todos, ayudándonos y aceptándonos, también con la maravillosa luz del día. 
»Dicho esto: Es mejor encender una vela que maldecir la noche.
»Debéis reflexionar si es asi... -dijo el maestro para juntar sus manos sobre el cruce de sus piernas.


"Más vale encender una vela que maldecir la oscuridad".
Aforismo atribuido a Confucio